COMENTARIO de Chuck, en su programa in-d (exa TV), hace como un mes: "[...] y los que en su concierto pegaron literalmente con tubo, fueron los chavos de 'la banda X' [...]"
No se asusten, la banda era un exponente del incipiente género rockformance y para dicho concierto fueron contratados cinco dobles, entrenados especialmente para recibir tubazos. Además, los integrantes de la banda recibieron un adiestramiento de quince horas para dominar la técnica de "madrear sin lastimar". Sin embargo, la fascinación de su público ha hecho considerar a los miembros de 'la banda X' la conveniencia de incrementar el realismo del show, llevarlo al siguiente nivel e interactuar directamente con los fans, agarrándolos a tubazos. "No queremos simplemente 'pegar con tubo', queremos ser auténticos" señaló 'Fulano-de-tal', líder de la banda.
FRAGMENTO de crónica de cierto Reportero Vial de Monitor, en esta semana: "[...] como se puede apreciar en las imágenes de Monitor MVS, el automóvil quedó, literalmente, abrazando el poste [...]"
Se trataba de un prototipo de lo que iba a ser el primer automóvil cien por ciento mexicano. Desafortunadamente, el accidente en que éste se vio involucrado, pero muy especialmente la difusión del mismo, desencadenaron el paro de la producción del que hubiese sido el primer automóvil con brazos en el mundo. Los ingenieros de la compañía armadora han aducido que el accidente no ha venido sino a confirmar las cualidades del vehículo. "En caso de choque, nuestros automóviles abrazarán el objeto colisionado y, de esta manera, evitarán que éste se convierta a su vez en proyectil secundario que ponga en peligro la integridad física de terceros o inclusive cuartos [sic]" declaró el gerente de diseño de la compañía.
jueves, mayo 10, 2007
domingo, mayo 06, 2007
"With a little help from my friend"
Esta noche, al llegar a mi casa, descubrí un paquete de salchichas en el piso, debajo de la silla de la computadora. Estaba vacío y, por supuesto, no tenía nada qué hacer allí. Sólo había una explicación posible: Oliver debía haberlo sacado de la basura. Mmmh... quizás aquí convenga una breve explicación.
Oliver es un cannis familiaris que se incorporó a mi vida hace casi siete años. Desde entonces ha destrozado algunos pares de zapatos y pantuflas, tres o cuatro fotografías, una docena de periódicos, ha organizado unos treinta reventones unitarios y apocalípticos estando solo en la casa, se ha cagado en los lugares más inapropiados y en los momentos más inoportunos y nos ha acostumbrado a la incesante labor de recoger sus pelos, distribuidos meticulosamente por todos los rincones de la casa. Poniéndolo en la balanza, todo lo anterior es insignificante junto a lo adorable que este hijo de perra es. Finalmente, todos estos años, Oliver ha sido mi más fiel compañero, mi amigo incondicional y una criatura tiernísima de esas que dan ganas de estrujar con manos, brazos y pecho.
Pues, como decía... Oliver debió tomar de la basura aquel paquete de salchichas, cosa que estuvo muy mal y no podía dejarse pasar por alto, ni siquiera al perrito más encantador del mundo; así que decidí reprenderlo. "¡Oliver! ¿Qué hace esto aquí?" le dije, con el tono de enojo más falso posible, mientras recogía del piso el cuerpo del delito. Él, absolutamente inocente en un sentido pero no en el otro, se tragó por completo mi pésima pero intencionada interpretación del papá regañón. Bajó la cabeza y apartó de mí la mirada. "¡Ven acá!" Se hizo más chaparro de lo que los cocker spaniel ingleses suelen ser, ¡estaba en problemas! "¡Ven acá, te digo!" Más que irónico, es muuuy cagado ver a un perro pretendiendo escabullirse "a gatas". "¡No, no, no! ¡Ven acá, ándale!" Fuck! No tenía escapatoria. Se acercó, tan pegado al piso que no me habría sorprendido verlo reptar y, moviéndose tan despacio que preferí avanzar hacia él. That was it!, he was doomed. De plano se tiró al piso. Acerqué un pie mientras seguía recriminándolo. "¿Qué hiciste, Oliver?" Extendió una patita apoyándola en mi pie en busca de reconciliación, pero yo no estaba dispuesto a ceder. "¿De dónde salió esto?" y le acercaba la bolsa de salchichas para que la oliera, su crimen no quedaría impune. Se tiró de costado, persistía con una y otra patita en sus intentos conciliatorios. Arremetí, "¡Dime qué hacía esto debajo de la silla!" Llegando al límite de la salud mental canina, en aquel sádico juego psicológico, Oliver se volteó boca arriba, como cuando los perros que sí están entrenados hacen "el muertito". Las patitas dobladas a los costados de su pechito fueron demasiado para mí. Me venció. Quienes han visto al gato con botas de Shrek entenderán lo que sucedió.
En estos momentos, Oliver yace pacíficamente dormido en uno de los sofás. El incidente del paquete de salchichas ha quedado atrás. No me guarda rencor por ser tan duro con él ni yo a él por sus travesuras. Seguimos siendo los mejores amigos..... Si tan solo pudiera arreglarse así las cosas entre los hombres.
viernes, abril 27, 2007
LECCIONES PARA L@S HIJ@S QUE NUNCA TENDRÉ. "El poder de la contradicción."
Si llega un día en que crees descubrir que no hay contradicciones en tu vida, tenlo por seguro: algo anda mal.
Si de verdad hubieres llegado a expulsar toda contradicción de tu ser, habría sólo dos explicaciones:
1. Has resuelto el problema de la existencia, encontrado el camino de la verdad y tal vez deberías considerar muy en serio dedicarte a predicarlo. Via, veritas et vita.
2. Tu juicio es parcial y cuadrado, obligas a que tu entorno se alinee a tus criterios y eres incapaz de ponerte en el lugar de otro. Por supuesto tú eres la única persona que no se ha dado cuenta de ello.
Estarás de acuerdo conmigo en que el segundo caso es el más probable. [En realidad para mí es el único pues yo no creo que exista el primero, pero tal creencia no forma parte de lo que, como padre, siento mi responsabilidad enseñarte.]
Pues bien, hij@, la primera parte de la moraleja que querría pusieras en consideración es que no hay por qué tenerle miedo a la contradicción. Ésta es factor constitutivo de la naturaleza del ser humano, inseparable de él e irreductible. Eso sí, como imprescindible segunda parte de la moraleja, debes procurar el conocimiento de tus contradicciones, estar consciente de ellas y, en la medida de lo posible, tratar de entenderlas.
El chiste de todo esto es que cuando se te presenten dificultades, contigo mism@ o con los demás (cosa que, te aseguro, sucederá), a causa de tus contradicciones, no tienes por qué lanzarte de inmediato a pelear contra ellas. No me mal interpretes, no estoy sugiriendo que no hagas nada al respecto sino que evites actuar por arco reflejo en esa dirección. La armonía en la vida no se consigue eliminando sus inconsistencias sino sabiéndolas incorporar al todo. Para ello se requiere tacto, paciencia (con un@ mism@ y con los demás) y, sobre todo, respeto (a sí mism@ y a los demás, también).
Tampoco caigas en el extremo de querer conservar tooodas tus contradicciones. Esta lección no es de conformismo, no es para que te apapaches y te quedes tranquil@, llen@ de contradicciones y que los otros te aguanten como eres. Por eso, te repito, debes conocerte muy bien, saber de qué pie cojeas y asegurarte de: o hacer algo al respecto, o aceptar vivir con las consecuencias.
Tener contradicciones no nos resta valor, al contrario, nos da el poder de respetar a los demás al saber que no siempre tendremos la razón. Pero también nos brinda la oportunidad de valorar a las personas, no en función de lo que esperamos de ellas (pues casi siempre exigimos más coherencia en los demás que en nosotros mismos), sino de algo quizá más cercano a lo que realmente son (que entonces habremos aprendido a mirar con otros ojos, sin juzgar tajantemente).
EPÍLOGO: no te extrañe encontrar contradicciones en estas breves lecciones. Tu padre no es más que un hombre y, por mucho que te quiera, ni el amor ni la edad lo hacen infalible.
Si de verdad hubieres llegado a expulsar toda contradicción de tu ser, habría sólo dos explicaciones:
1. Has resuelto el problema de la existencia, encontrado el camino de la verdad y tal vez deberías considerar muy en serio dedicarte a predicarlo. Via, veritas et vita.
2. Tu juicio es parcial y cuadrado, obligas a que tu entorno se alinee a tus criterios y eres incapaz de ponerte en el lugar de otro. Por supuesto tú eres la única persona que no se ha dado cuenta de ello.
Estarás de acuerdo conmigo en que el segundo caso es el más probable. [En realidad para mí es el único pues yo no creo que exista el primero, pero tal creencia no forma parte de lo que, como padre, siento mi responsabilidad enseñarte.]
Pues bien, hij@, la primera parte de la moraleja que querría pusieras en consideración es que no hay por qué tenerle miedo a la contradicción. Ésta es factor constitutivo de la naturaleza del ser humano, inseparable de él e irreductible. Eso sí, como imprescindible segunda parte de la moraleja, debes procurar el conocimiento de tus contradicciones, estar consciente de ellas y, en la medida de lo posible, tratar de entenderlas.
El chiste de todo esto es que cuando se te presenten dificultades, contigo mism@ o con los demás (cosa que, te aseguro, sucederá), a causa de tus contradicciones, no tienes por qué lanzarte de inmediato a pelear contra ellas. No me mal interpretes, no estoy sugiriendo que no hagas nada al respecto sino que evites actuar por arco reflejo en esa dirección. La armonía en la vida no se consigue eliminando sus inconsistencias sino sabiéndolas incorporar al todo. Para ello se requiere tacto, paciencia (con un@ mism@ y con los demás) y, sobre todo, respeto (a sí mism@ y a los demás, también).
Tampoco caigas en el extremo de querer conservar tooodas tus contradicciones. Esta lección no es de conformismo, no es para que te apapaches y te quedes tranquil@, llen@ de contradicciones y que los otros te aguanten como eres. Por eso, te repito, debes conocerte muy bien, saber de qué pie cojeas y asegurarte de: o hacer algo al respecto, o aceptar vivir con las consecuencias.
Tener contradicciones no nos resta valor, al contrario, nos da el poder de respetar a los demás al saber que no siempre tendremos la razón. Pero también nos brinda la oportunidad de valorar a las personas, no en función de lo que esperamos de ellas (pues casi siempre exigimos más coherencia en los demás que en nosotros mismos), sino de algo quizá más cercano a lo que realmente son (que entonces habremos aprendido a mirar con otros ojos, sin juzgar tajantemente).
EPÍLOGO: no te extrañe encontrar contradicciones en estas breves lecciones. Tu padre no es más que un hombre y, por mucho que te quiera, ni el amor ni la edad lo hacen infalible.
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