Lo que sea el amor (dejémoslo por ahora ignoto), está sobrevaluado. Aquellos que ven en el amor el sentimiento, estado de conciencia o espiritual más bello, más limpio, más excelso, más divino, o más lo que sea están rotundamente equivocados. ¡Cómo defender tal punto de vista cuando se tiene la evidencia de toda la humandidad en contra!
Me explico. Quien piensa en el amor como ese lo-que-sea que infunde en quien lo experimenta las más nobles y abnegadas intenciones de procurar el bienestar, la dicha y felicidad del objeto de su amor, debería prestar atención a los hechos. ¿Cuántos son los casos de éxito, es decir, en los que realmente funciona así? La percepción de que cada vez fueran menos aún estaría cegada por aquella concepción romántica del amor.
No es que cada vez haya menos casos de "amor verdadero" sino que cada vez hay menos parejas a quienes les funciona tal modelo de amor. Cada vez hay menos doncellas gráciles, consagradas a la espera del príncipe azul. Y con mayor rapidez aún se han ido agotando los caballeros dispuestos a entregarse en cuerpo y alma a la única dama capaz de doblegarlos. Es la fórmula, o más bien el rol que se tiene que desempeñar en ella, lo que ha caducado.
Si el amor fuera capaz de hacer que en los individuos que lo sienten, sin importar sus diferencias, se despertaran las mismas emociones, se orientara una misma voluntad y, en general, se obtuviera la misma respuesta, ¿cómo podría explicarse el actual estado de las cosas en que la pareja se haya en crisis?
Por supuesto, los idealistas argumentan que el amor es tan magnífico que no es fácil mantenerlo con vida y en buen estado. Al amor hay que alimentarlo. Eso querría decir que algo está ocurriendo con la humandidad que ya no lucha por el amor. Como si de pronto, la humanidad entera estuviera cayendo en un estado de depresión. Y así, como en este caso en que ha sido necesario postular el concepto de la humanidad toda como una sola entidad diagnosticable, se puede proseguir erigiendo más y más conceptos cuyo fin último no sea la comprensión de la realidad sino justificar esa visión retrógrada del amor.
El amor está sobrevaluado. Se le ha otorgado, injustamente, el derecho de ser fuera de la esfera de posibilidades del hombre, colocándolo en un altar religioso. Es esta religión del amor la que ha venido occidentalizando casi todo el mundo, pues hasta las culturas asiáticas comparten con nosotros, cada vez más, esta visión trascendental del amor.
Es absurdo pensar que el amor es una potencia en sí misma y que el hombre lo que debe hacer es saber dejarse llevar por ella: prestarle atención, abrazarla y dejarse ir. Si eso fuera el amor, nada tendría de bello, excelso y poético. El amor no es lo que nos mueve sino una forma de movernos, de hacer, de ser en el mundo y con el mundo, incluso una manera de concebirse a sí mismo en el mundo. Pero de ninguna manera un algo externo que nos toma por asalto y nos cambia para siempre (o temporalmente según se sea idealista-optimista o idealista-fatalista).
1 comentario:
Híjole, qué fuerte! "El amor está sobrevaluado".
Yo no sé si estoy de acuerdo o más bien, no quiero estar de acuerdo. Pero para no caer en la cursilería, que sólo haría que te burlaras mucho de mí, sólo te digo que ojalá un hijo o una mujer te hagan cambiar de opinión.
Aunque sinceramente está cañón. Eres muy frío, muy egoísta y muy raro.
Totalmente en desacuerdo con lo que dices de la "fórmula del amor", los "roles" y "obtener la misma respuesta". La sociedad es la que ha devaluado al amor pero en fin, no creo que en esto podamos estar ni tantito de acuerdo: para mí el amor sí es lo máximo y creo que vale la pena luchar por él.
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