¿Quién me ha provisto de esa voz que viene desde dentro? ¿Quién y con qué objeto? ¡Con qué derecho!
Todo el tiempo me increpa, incesante, incansable, minuciosa, inquebrantable. La escucho todo el tiempo, sólo a veces la tomo en cuenta, lo admito. Pero es que me resulta imposible negociar con ella. No me deja más opción que ignorarla. Bueno, por lo menos eso intento. Viene luego el reproche, la crítica, la recriminación, el careo.
Lo que me sorprende es cómo puedo ser tan adverso a ella, o ella a mí. No sé quién, de los dos, es el necio. Debe ser éste mi gran misterio. Para algunos, mi gran defecto. Para mí: un lastimoso tormento. Disolverlo, anularlo, ni es tan sencillo como suena ni puede ser la solución. ¿Cómo elegir entre la voz ajena y...?
Creo que ni siquiera sé cuál es mi propia voz. Tal vez sea éste mi primer problema, el originario, la madre de todas mis batallas. ¿Dónde estoy, por cierto? Sé que no estoy frente a la imagen del espejo. No confío mucho en las neuronas ni en la masa encefálica, con sus axones y sus dendritas conformando una complejísima red de... ¿significación? Algo de mí me parece hallar en mis pasiones y (esto a veces me asusta) otro tanto creo encontrar en mis vicios. ¿A qué le llamo vicios? A lo que la maldita voz intrajena ha venido catalogando así, ¡Atroces dicotomías relativas pero absolutistas!
¿No será un constructo social interiorizado? El fruto del gérmen de la educación y la cultura. De ser así, ¿no se trata entonces de una violación? ¿Acaso llevo a cuestas a una innumerable cantidad de personas, vivas, muertas e inventadas? ¿Dónde consigo una vacuna en contra de estos gérmenes? ¿Qué abogado tomaría mi caso? "Jorgeluis vs the people".
¿O será que soy un rebelde, un descarriado? ¿Es que estoy rehusando asimilar la naturaleza propia del ser humano, mi propia naturaleza? ¿Existe tal cosa? Porque yo más bien siento como si me sometiera a los dictámenes de alguien más.
¿Es aquella voz mi propia voz? A mí me suena muy poco familiar. Por más que lo he intentado (¡sí! ¡Lo he intentado!) no me reconozco en ella; bueno, sólo en su timbre, no en su discurso. Su lógica rigurosa que tanto apela a sí misma me deja un sabor seco a tautología, razón de más para desconfiar.
Sin embargo no me he atrevido a desafiar realmente su poder tutelar conductista. A pesar de no ser fiel seguidor tampoco he sido precisamente un insurgente. Persiste en mí la duda de lo bueno y lo malo, sobre lo que debo hacer y lo que debo evitar, en torno a lo que soy y lo que puedo ser.
La pregunta final, la que ronda mi mente, cohabitando con la voz, discutiendo con ella, litigando,... inquietándome; la pregunta es: ¿qué tal si me levanto en armas?
3 comentarios:
¡Nada! Sólo estarás aún más cómodo. Enfermo, patético, despreciable, pero más cómodo, al menos hasta que el rechazo social sea general.
Epílogo: no siempre la voz proviene desde el interior. En ocasiones se vale de otros, demostrando con ello dos cosas: su impertinencia y su origen ajeno a mí mismo.
Psssssssss, estas jodidísimo, hermano.
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